lunes, 4 de abril de 2011

EL EXTRAÑO SER DE ESCURIAL

"Lo único que desearía es poder olvidar todo esto. Que la imagen de aquel ser y la sensación que aún tengo al recordarlo se borraran de mi mente". Estas eran las palabras de Samuel Rodas. Expresaban intensamente lo vivido por él y por sus dos hijos el 16 de junio de 2000.
A las seis menos cuarto de la mañana de aquél viernes, Samuel se disponía a faenar en sus tierras de "La Dehesa", en Escurial (Cáceres). Dejó su coche en la entrada de la finca y caminó hacia los surcos sembrados de tomateras. La oscuridad, todavía, era total. Mientras avanzaba, organizaba en su cabeza los preparativos que debía realizar antes de ir a por sus hijos que, como cada mañana, le acompañarían en sus quehaceres. Pero los pensamientos de Samuel quedaron paralizados, como sus pies. Allí en mitad de los surcos de tomates había  algo muy extraño. Se trataba de un bulto, un cuerpo que parecía desprender luz y, además estaba vivo porque, aunque permanecía en el mismo lugar, se le apreciaban movimientos. El de Escurial quiso alojar en su cabeza la posibilidad de que fuese un animal, quizás un perro. Sabía de lo improbable de tal circunstancia, pero a pesar de ello, gritó: "¡chucho!". "Aquello" ni se inmutó.

Entonces, el valiente cultivador, sin darse tiempo a pensarlo, comenzó a caminar al encuentro del misterioso ser. Conforme se aproximaba se fue definiendo ante él la realidad que había querido ignorar. Samuel, llegó a estar a escasos seis metros del intruso, entonces se detuvo, y fue cuando el "enano" amarillo de grandes ojos le miró fijamente. "Eran unos ojos negros y muy grandes y le relucían mucho - cuenta el de Escurial - lo que más extrañaba era esa luminosidad de un amarillo intenso como el del sol cuando amanece. Los brazos y las piernas eran muy cortos, seguro que no superaba el metro de estatura y su cabeza de rasgos humanos, no de animal, era enorme". Samuel ignora si el humanoide apoyaba sus extremidades inferiores en el terreno porque las matas de las tomateras le tapaban parte de ellas. Lo que sí le extrañó fue el misterioso sonido que emitía "algo parecido al ruido que produce un compresor o una rueda al desinflarse. En ese momento ya me acobardé y retrocedí, aquello lo desconocía, era todo muy extraño. Sobre todo, me pareció muy raro que aunque aquel ser se había percatado de mi presencia parecía ignorarme. Su actitud desde luego era de lo más inquietante, durante todo el tiempo fue la misma: con las piernas juntas y sus minúsculos brazos pegados al cuerpo, parecía realizar barridas con la cabeza como si estuviera vigilando un arco de ciento ochenta grados frente a él. Al tiempo, realizaba un leve y misterioso balanceo. Lo que digo, todo muy extraño".
Samuel Rodas con el miedo en el cuerpo se apartó del inquietante visitante y se salió del cultivo. Pensó en que sus hijos, que ya estarían levantados a la espera de que fuera a recogerlos, podrían compartir con él tan increíble experiencia. Y así lo hizo, corrió hacia el coche y raudo escapó a toda velocidad hacia el pueblo.
Su llegada con los chicos no fue menos precipitada. Esta vez pasó con el coche junto a los surcos. Desde el vehículo ya pudieron observar aquella pequeña y alucinante figura luminosa que se encontraba en medio de la plantación. Samuel y sus hijos, Iván y Jairo, de doce y nueve años respectivamente, descendieron del coche y se quedaron estáticos junto al camino con la mirada puesta en aquella enigmática presencia que había invadido su cultivo y que, indiferente a su llegada, continuaba realizando esos acompasados movimientos. Su ropa, de color amarillo, resplandecía y parecía componerse simplemente de algo parecido a un "buzo" que se adaptara perfectamente a su anatomía. No se fijaron en si portaba algún objeto. En cuanto a los rasgos de la cara  destacaban los ya mencionados ojos de gran tamaño, negros y luminosos. Respecto a la nariz parece que también era anormal con respecto a la nuestra y un poco más grande. No tenía orejas o bien quedaban tapadas con la vestimenta. Tampoco observaron la existencia de cabello.
 A los niños, como le ocurriera al padre, lo que más les inquietó fue el misterioso sonido que emergía del extraño ser. Ellos lo compararon con el sonido que produce una hélice al cortar el aire con sus giros.
 Pero aquella tensa y muda situación fue rota por el pequeño Jairo, que no se reprimió, y con un grito quiso llamar la atención del "visitante". Y vaya si lo consiguió, porque, inmediatamente, la figura se giró y por primera vez cambió de orientación quedándose inmóvil, frente a ellos, clavándoles sus enormes y luminosos ojos.
 Los tres decidieron volver al pueblo, de nuevo, para traer a más gente con la que poder compartir tan singular situación. Pero a su regreso a "La Dehesa", el extraño humanoide ya no estaba.
 Después del encuentro con la misteriosa criatura, durante unos días, el pequeño Jairo no fue capaz de salir de casa tras la caída del sol, si no era acompañado.
 Pero, sin duda, el más afectado fue Samuel. Antes de iniciar mi investigación en Escurial, en aquellos días, disponía ya de excelentes referencias acerca de la recia integridad y honestidad de Rodas. Después, tuve la oportunidad de comprobar personalmente este extremo. Sin embargo, he de decir que junto al hombre sincero, tímido, noble, que habla con humildad, que me encontré, hallé un rasgo en su carácter que, seguramente, había asumido tras su experiencia. Junto a mí, tenía una persona atormentada "porque lo pasé muy mal y lo sigo pasando. Durante las tres primeras noches no dormí. Vaya, que me temblaban las piernas, así de claro. Y aún ahora lo primero que hago, cada mañana, cuando llego a la finca es mirar por todos los sitios. Gonzalo, - me dijo el de Escurial- yo comprendo que este es tu trabajo y que tienes el deber de cumplirlo, por eso te lo cuento. Porque lo que quisiera es no tener que volver a recordar cómo ocurrió todo. Borrar de mi mente la imagen de aquella "cosa" y los desagradables instantes que viví mientras la tenía frente a mí".
Gracias, Samuel, aunque difícil, ojalá consigas tu propósito.

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