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Agustín en un retrato junto a su madre y un vecino |
Llegó a
medir 2’35m. Hoy se le conoce como “El Gigante Extremeño”, entonces, según
rezaba en los carteles anunciadores del espectáculo en el que se exhibía, su
título era el de “El Rey de los Gigantes Europeos”.
Casa del Gigante de Puebla de Alcocer |
Plaza dedicada a Agustín Luengo en Puebla |
Pronto este crecimiento desmedido del de Puebla supuso
dificultades para llevar una existencia normalizada en los más triviales aspectos del día a día. Baste mencionar que
la familia se vio obligada a realizar un enorme boquete en uno de los muros de interiores
de la vivienda para que el gigante pudiese sacar las piernas a otra estancia, puesto
que no cabían en la habitación donde dormía.
Cartel anunciador del gigante
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El autor del reportaje sosteniendo la bota del gigante |
Vicenta Pérez y María Josefa Herrera con Gonzalo |
Otro de los legados de los parientes al pueblo que vio nacer
al Gigante Extremeño es un tapiz con la efigie de Agustín, representada a
tamaño real que sirvió como reclamo para sus espectáculos. En el cartel aparece
acompañado por la figura de otra persona de estatura normal y con una leyenda
que dice textualmente: “EL REI DE LOS JIGANTES EUROPEOS. SOI ESPAÑOL”.
Este epígrafe que no era del todo cierto porque apenas unos
setenta años antes de nacer nuestro gigante, moría en Londres Charles Byrne
“O’Brien”, con 22 años de edad y una estatura de 2’5 metros. Además,
curiosamente, los últimos años de su vida fueron muy desenfrenados, como ocurriría
en el caso de nuestro hombre alto.
Otro caso es el de Patrick Cotter, nacido en Kinsale, que exhibía
sus 2’5 metros de altura a los18 años de edad a las clases altas, en un piso de
Londres.
La reina también hizo gala de su aprecio por el que hasta el
día de hoy sí que ha sido el hombre más alto de España. Capilla fue llamado a
la Corte para una recepción en la que la soberana le regaló un traje y un
anillo de oro.
Sin embargo, hubo otro reconocido personaje de la capital
que fue determinante en el devenir del coloso de Puebla de Alcocer. El célebre
y enigmático doctor Pedro González Velasco propuso a Agustín adquirir con él un
compromiso muy peculiar. El trato consistía en que el galeno pagaría dos
pesetas y media al gigante cada día de su vida. En contrapartida, el cuerpo de
este sería propiedad de González Velasco
cuando el pacense muriera.
No habría que profundizar mucho para saber que este
Catedrático de Anatomía de la Universidad San Carlos de Madrid fue un personaje
un tanto siniestro. Eran muchos los que aseguraban la condición de ladrón de
cadáveres del controvertido médico. Sin embargo, este hecho no sería el que fraguara
su tenebrosa leyenda.
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Detalle del vaciado del Gigante Extremeño |
Al parecer, el sombrío doctor embalsamó a su hija, muerta a
causa de los efectos imprevistos de un medicamento. Se decía que con aquél procedimiento
de conservación el médico intentaba mantenerla como si aún estuviera viva.
Según afirmaban, llegaba a tanto su delirio que, cuando llegaba la hora de
comer, sentaba a la mesa el cadáver de su primogénita a la que servía su plato,
como si estuviera aún viva. Esto continuó siendo así hasta el fallecimiento del
galeno.
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Doctor Pedro Gónzalez Velasco |
Aquellas mismas voces que manifestaron esta conducta del
doctor, aseguraron haber presenciado, en más de una ocasión, el paso nocturno del
carruaje de González Velasco llevando al doctor a bordo con su hija muerta,
vestida de novia. Se decía que del mismo modo furtivo asistía oculto a la ópera,
acompañado de la difunta.
Los antiguos bedeles de la Facultad de Medicina de la
Complutense aseguraban que una de las momias que se custodia en el museo de la
Facultad es, precisamente, la hija del doctor González Velasco.
Todos dicen que, tras la muerte de su primogénita, el doctor
había perdido la razón.
Cuando conoció a Capilla, el catedrático de Anatomía estaba
en plena creación del Museo Antropológico de Madrid, en Atocha. Sin duda, la
asignación propuesta por el médico a Agustín le debió suponer a este un dineral,
en aquella época. El gigante comenzó a llevar una vida de desenfreno poco sana.
Esta circunstancia hizo que, en más de una ocasión, don Pedro le reprimiera esa
actitud advirtiéndole de los problemas que podría acarrearle a su salud. El
extremeño solía contestar a su mecenas que mejor para él puesto que, cuanto
antes muriera, antes podría disponer de su cuerpo para sus estudios.
Esta persistencia en su conducta llevó a Luengo Capilla a un
final trágico y temprano. Una tuberculosis ósea en estado muy avanzado se llevó
por delante su vida cuando apenas tenía 26 años de edad.
Tras el óbito, el doctor inició el desarrollo de los planes
que tenía previstos.
En la actualidad, en el Museo de Antropología de Madrid,
podemos contemplar un vaciado en yeso del cuerpo del gigante extremeño y que,
según una carta fechada en 1973 por el investigador José María Otero y dirigida
a Manuel Fabero, descendiente lejano del gigante, estaba recubierto con la
propia piel de Capilla aunque en un estado muy deteriorado por causa del tiempo
que había transcurrido. Hoy, al parecer, este tejido ha desaparecido.
En la misma sala del museo, se puede contemplar el esqueleto
de Agustín, aunque con diez centímetros menos de los que tenía en vida. Esta
reducción se debe al proceso que el doctor González Velasco empleó para lograr
una mejor conservación de los huesos.
Para finalizar, regresamos al lugar donde se inició tan
desventurada historia. Porque, además de los restos y objetos conservados del
gigante, Puebla de Alcocer recuerda el rastro plasmado por su paisano en la
subida que antecede al castillo. Se dice que en ese camino a la fortaleza,
sobre una piedra, se dibujaba la impronta de una pisada dejada por el gran
Agustín. Huella que, al contrario de lo que sucediera con su cuerpo, fue sepultada
bajo una capa de asfalto.
Gonzalo Pérez Sarró
Interesante tema
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